W


Yo solo te puedo hablar de sensaciones. De contrastes. De diferencias. No sé hoy argumentarte una buena historia. Canturrear con mi hermano estribillos carnavalescos en el metro camino de donde vive Piñera. Mantas en el suelo como en Tetuán, pero con los clientes con la misma pinta que los vendedores. Doblaje latino de cine clásico. Y la liga chilena definiéndose entre grandes y medios con todos atentos al fútbol español. Taxis tuneados con Daddy Yankee. Rancheras con canas y morros. Puretonas buscan braguetazos en el fondo de los cubatas de los ejecutivos en el W. Disco con portera y musicona lamentablemente desaprovechada. Miuras miran desde el fondo mi capote y nadie se atreve a embestir. Hablar sobre España aquí tiene otros tintes. Más bien diría, mechas. Sirivientas con cofia 24 horas y música aleatoria mezclada con velas impostoras sobre manta de gato angora. Pijerío. Calle Burgos esquina con Apoquindo. Un quiosco que no vende nada y tiene de todo. Aquí se meriendan alfajores. Unos pasteles extraños bastantes ricos que como a diario en cantidades industriales. Chile es tamaño. Las botellas son de 3 litros, no de dos o dos veinticinco porque el subnormal del anuncio le haya quitado la curvas. Spain is different. Chile is different a Spain. Así, hijo. Así.

Alfajores de recuerdos

Sigo aquí. Ya me hago un poco a esta urbe. A sus aguas que me dan problemas estomacales y a su rutina. Me recuerdo que vivo en un artificio. Un barrio monstruoso donde rascacielos y ejecutivos se mezclan con jardines y empleadas del hogar. Rascacielos superándose unos a otros. Pura metáfora de la vida en este lugar. Pero todas las mañanas me cojo el transporte y visito un barrio nuevo. Y me quito la venda del lujo. Salgo de Sanhattan y me adentro en casas viejas y remendadas con colores vivos. Mercadillos, artesanos, puertas de colegios, etcétera. La vida en la ciudad. En la capital de Chile. Esa que no se ve reflejada en los edificios que ahora miro mientras escribo (por ejemplo el de las foto). Donde la variedad se torna actividad. Miro sus calles añejas, sus parques con sus parejas besándose y sus tiendas pintorescas. Y vuelvo. Me monto de nuevo en el metro y salgo en otro mundo. Me cierro el chaquetón (aquí refresca por la tarde bastante) y subo y subo hasta mi casa provisional. Enciendo esta cosa y hablo. Paro y me asomo a ver si sigo aquí. Respiro y flipo. Juro que un escalofrío me recorre el cuerpo cada vez que me asomo a la cristalera del salón. A la izquierda, un imponente edificio del banco Edwars y a la derecha, los Andes. Simplemente son los Andes. La cordillera marrón que aparece en tu mapa cruzando Sudámerica. Me acongoja ver todo esto. Sentir el guacamole en el paladar mientras los anuncios de la ESPN Latina resuenan en el plasma de mi brother. Solo me hallo ahora en la casa. Apago la tele para concentrarme un poco y escribirte medio bien. Oigo el reggaetton de la vecina. Chile es otra cosa. Una experiencia enorme que no llego a transmitirte por aquí. Espero verte para contártela con el brillo en los ojos.

Un finde de fútbol y Pacífico

Salir de Sanhattan es la otra cara de la moneda. Una moneda patriota y humilde. Fui al fútbol. A mi nuevo equipo: Universidad Católica. Un club que intentar como puede hacer frente a los dos grandes de la capital, Colo Colo y U. de Chile. Un estadio pequeño para una afición pasional y sufrida. Y yo por allí en medio vibrando y botando con la plebe. Magnífica forma de terminar un día que empezó en una reserva natural espectacular a los pies de los Andes con asado en la rivera del río Clarillo. Sensacional paseo que echamos allí entre un mar de caballos que correteaban entre sus montañas. Eso fue el sábado. Hoy domingo fue un día tranquilo en la costa pacífica. Apacible pero increíble. Asusta la naturaleza. La inmensidad del mar que choca contra las rocas de la rutina en la ciudad. Pescado viendo pelícanos. Paseo para recordar por la orilla en Zapallar. Luego hubo coche, lluvia y depresión urbana. Valparaíso decepciona a cada paso. Parece abandonada y en estado de evacuación.
Así que resumo. Y presumo. Ver el océano Pacífico es indescriptible. Dejarte despeinar por la brisa marina chilena, un privilegio. Mañana será lunes. Día de compras me temo. Ve diciéndome que quieres que aquí está todo muy barato. Chau!

Sanhattan

El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.

Isabel Allende


Llegar a Chile es una delicia. Escribir desde el decimosexto piso de uno de sus bloques, más aún. Santiago a mis pies y yo a los de sus rascacielos. La ciudad se refleja en sí misma y en sus cristaleras haciéndose inmensa. Luz. Sudamérica me habla con mi idioma pero con un acento pintoresco. Me añade palabras a mi zurrón lingüístico a cada paso que doy. Lonjas duras y frescas presentan la realidad a pocos pesos chilenos. Sus souvenirs se tornan enormes postres de leche asada o celestinos con helado de vainilla. La polución lo observa todo. El ejecutivo que duerme en las alturas y el vagabundo que ruega pesar sus pesos en algún puesto de fast food frente a su trabajo en la puerta del trabajo del trabajador. Niños uniformados lamen helados rosas frente a un bandera patria. No se ve ni un ciclomotor. Las rancheras ocupan carril y medio en un intento por reconquistar el viejo oeste convertido en avenidas entre sucursales bancarias y concesionarios de lujo. Los Andes miran. Con las últimas canas de la nieve derritiéndose. Apurando los últimos vientos entre cuadras antes que llegue su 40 de Mayo. Starbucks frente a Juan Valdez. Los ejércitos cafeteros se vigilan constantemente en un afán por mantener despierta la nación. Sanhattan no muere. Sus luces tampoco. Solo acabo de llegar. Espero pasar por aquí e ir relatando que me cuenta esta ciudad de ti.

La maleta

La maleta me mira. Vacía y cerrada tras la puerta del balcón. Esperando a que la llene. Sabe que me es imprescindible y se agiganta. Se ha dado cuenta del viaje que emprendo por del trajín de lavadoras y pasaportes. Solo está esperando su momento. Que las saque del banquillo y le dé minutos. Más bien, horas. Muchas horas de vuelo le quedan a mis secretos todavía. La maleta la lleno poco a poco. Como este blog. Una prenda, una frase. Los dos se llenan de mi. De influencias y mis camisetas con mis influencias serigrafiadas. Aparece Silvio en la maleta, aparece en el blog. Resopla Hitchcock junto a los calzoncillos del Springfield y se escucha el eco por aquí. La maleta sonríe mientras echo ropa. Se llena de color. Vive de nuevo tras años de sequía y viajes low cost. Por fin un gran viaje. Nos vamos a América. Qué grande, amigo. A-me-ri-ca. Con mi maleta roja y mis padres no rojos. Pero la maleta no va llena. Guardo un hueco para lo que me traigo. Un poncho y supongo que reflexión entre copas y un poco de ideas claras. Si es que se puede... Me llevo todos mis quebraderos de cabeza conmigo. Los facturo como equipaje de mano no vaya a ser que se pierdan en el mundo aeropuertos y mentiras. Pero tranquila, te traeré algo bonito. Que no parezca comprado en el duty free en el último instante. A ti también, no te preocupes. Bueno, ya si eso nos vemos ¿no?

El pescador paciente

Ese soy yo. Con gorra de rejilla, camisa de cuadros y la vida por delante. Menos mal que estuve precavido y me traje el almuerzo por si la captura se demoraba. Relajado y feliz sentado en mi silla plegable sobre las maderas del muelle. Sin prisas. Con el único temor de perder la afición por este bello hobby que es pescar. El arte de tirar la caña al punto exacto. Ni demasiado simpático ni demasiado alto. Precisión imperfecta para atrapar a otro ser imperfecto. Solo es eso. Aunque yo no soy un gran pescador, lo reconozco. Mis artilugios son viejos y heredados de tiempos pasados donde todo era más autentico. No existían lanchas a motor ni BlackBerrys controlando en todo momento a la presa. Las incertidumbres se escribían por carta y los anzuelos eran totalmente artesanales. Ahora todo se ha banalizado. El boca a boca ha dejado paso al amigo de amigo en las redes sociales. Ahora no se queman fotos. La rabia se traduce en desetiquetarse violentamente. Ya lo dijo Dylan y después Loquillo, los tiempos están cambiando. Pero, no sé si para bien o para mal, yo creo que no lo hago. Sigo anclado con el ancla echada a la deriva en las aguas de mi sofá. Esperando pacientemente con la caña en la izquierda y el bocadillo en la derecha. Como el tipo de la foto. Bajo el sol atardeciendo a mis sentimientos. Dejando que la noche se me eche encima para mirar a los peces mientras duermen...

Nouvelle

La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus limites, la tontería no.

Claude Chabrol
(1930-2010)

Recordar

Esto no es Vietnam. ¡En los bolos hay reglas!
El Gran Lebowski

RECORDAR, del latín re-cordis: Volver a pasar por el corazón.

Pasar camino del quinto pino. O quizás del cerebro o de la entrepierna. A lo mejor camino de otro error o de un acierto definitivo. Esperemos que el paisaje siga siendo bonito. De momento, me gusta bastante esta carreterita que he tomado últimamente. Me dio por volver sobre mis pasos, pasar de nuevo por el corazón y tomar otra salida. La autopista no me gustó. No me va la competición entre gallitos. Prefiero ir solo viendo el horizonte a correr sin sentido para aprovechar las horas de sol. El sol lo llevo conmigo y con mis cassettes en mi ranchera para dos. Me dio por recordar. Por desencajar la caja con las fotos y verme sonriente una tarde turbia de resaca de fin de semana. Despeinado por el aire que acondiciona mi casa y mi cuerpo en las guerras de guerrillas que se precipitan entre la sandwichera y el bote de Nesquik. Adivinaba una silueta al fondo del pasillo. Me acerqué ilusionado, pero solo era un chaquetón sobre la silla del ordenador, recordándome que mi hermano sigue a 10.313 kilómetros de mis dudas y mis certezas. Como un flash me pasó mi vida junto a él. Pasé veloz por el corazón de nuevo y acabé tumbado en el sofá mirando al techo mientras el móvil vibraba sobre un ABC de hace un mes. Mi gente hacía sonar la melodía del teléfono inalámbrico. El esternón crujía al levantarme rememorando cada paso de baile que di en la disco. Pasé por el corazón mientras la música cubana suena entre canis y canas. Descolgué y la vida se recompuso. El reloj volvió a marcar y todo quedó en nada. Solo recuerdos.

Solo recuerdos conservados en alcohol. Vivo para olvidar y bebo para recordar. Solo me queda probar tu bebida. Espero probarla, antes de que me empalague con tanta hipocresía con minifalda y tanto tonto por ciento. Mi sed me deja dejado en las cunetas de mi pasillo. La lengua intenta vanamente por refrescarse con los labios como quien corre detrás de un C1 que se escapa ¡Para el mundo que me bajo! y baja tú primero que a mi me da miedo. ¿É o no é?

Write & Cry, a way of life!

Solían decir que un niño concebido por amor tenía una mayor probabilidad de ser feliz. Ahora ya nadie lo dice.

Gattaca

Escribir es como llorar. Uno no espera el caudal de palabras cuando forman cataratas de letras cayendo de los dedos al papel. Solo ocurre y ya está. Una tormenta perfecta de grafito que inunda el blanco papel de negras nubes ortográficas. Arrasando a su paso. Para dejar al escritor llorón empapado de sí mismo y preguntándose que coñ... ha pasado.
Por eso casi nunca lloro. Por eso casi siempre escribo. No sé leer entre lágrimas. Solo veo agua en un papel ya inservible. Por eso escribo. Por no caerme en mi olvido. Por leerme y releerme. A mi. Que me sé mi vida y que tengo poco que contarme los días que me siento frente a mí. Que todavía me ando buscando por aquí cuando sé que por aquí no estoy. Pero la fe me guía. La fe en nada y la fe en todo y en todos. La fe en sí. Y la fe como afirmación a una forma extraña de vivir. El problema viene cuando si sé porque hago las cosas. Ahí empieza a funcionar el engranaje que acaba conmigo deslizando los dedos por el teclado y vaciando la taza de mi mente. Ahí. En ese momento me pregunto si esto lo entenderé mañana. Si sé o no lo que me digo y porque lo digo. No sé que tiene que ver este texto con lo que siento hoy. Con lo que sentí ayer. Con lo que probablemente sienta mañana. Solo lo hago. Solo lloro palabras. Un texto mojado que no valdrá para nada en un futuro excepto para interpretarlo de otra forma. No me acuerdo que sentía al empezar a escribir esto. No sé si era ilusión o desasosiego. Egocentrismo o pasotismo. No recuerdo porque me estoy quitando minutos de sueño en ver plasmado un día de bombazos en la cabeza. De guerras civiles entre glóbulos rojos y blancos. Y los antidisturbios pegando palos sin preguntar... Es decir, lo de siempre.

Quintero ha vuelto

Alguien dijo que todos somos geniales hasta los 7 u 8 años. Pero que luego tratamos de parecernos a los otros. Buscamos la mediocridad y casi siempre acabamos lográndola. No te empeñes en ser mediocre si puedes ser genial. Procura ser tu mismo. No hagas lo que todos, no digas lo que todos, no pienses lo que todos. ¡Joé! No alimentes las mismas mentiras y la misma basura de todos. No te conformes con ser un borrego mediocre si puedes ser alguien genial.

Son solo 56 segundos mágicos que te ponen las cosas claras. Quintero ha vuelto a este blog. Y lo hace para hablaros. Para que no perdáis las riendas. Hoy no traigo mensaje propio. Me apropio del suyo. Ya está. Podéis ir en paz...

Eriiic

Nunca fue mi estilo estilizarme. Prefiero trabajar los frescos de mi cúpula a reformar la fachada para que os echéis fotos de recuerdo. Las preocupaciones y las dudas ayer me rebosaban de la Thermomix cuando intenté hacer un batido con ellas. Afortunadamente mi madre me ayudó a recoger el estropicio. Salvándome una vez más de mi mismo. Poniéndome delante del espejo y enseñándome porqué ahora soy feliz aunque no lo sepa. Aunque los árboles no me dejen ver el bosque ni la cabaña donde parece ser que me esperan. Nadie dijo que fuera fácil colocar las piezas de mi tetris para dibujar un paisaje medioqué. Ni que por darle mil vueltas a la misma rotonda sabría que salida tomar. Siempre tenemos más opciones de las que creemos. Yo me creo esa frase y pruebo otra cosa. Subo varios peldaños para verme desde arriba como floto denso en la bahía. Saco a mis poetas homosexuales y los siento a merendar en mi balcón. Confío en ellos para salir de esta. También en vosotros, amigos. Ya me llevasteis en volandas hace años y sé que lo volveríais a hacer si fuera necesario. Aunque pocos presentimientos buenos despierten conmigo, los utilizaré para remendarme las esperanzas y mantener la ilusión hasta que el viento cambie. Todo esto comenzó con un bonito pase.

Retazos

Hoy te traigo un saco de palabras. Aprovecho que ahora si sé porque escribo para colarte mis letras por tu ventana. Letras con olor a andén y a té. Con aromas de iPod y prisas de los pasajeros. Yo no tengo prisa. Sería absurdo tenerla. No puedo correr si llevo los pantalones cagaos. Y como tampoco son amigas las certezas y la velocidad, pues hago eternos los refrescos entre tartamudeos mientras la banda sonora es el transitar de mensajes entre BlackBerrys. Aliviándome aún con otro sorbo cuando sonríes. No está tan lejos el cielo si vuelas con aerolíneas astigmáticas. Para poder después caer entre cojines y bolsos como un balón limpio en el cesto rival. Poder darme otra posesión más para intentar un pick&roll literario sobre tu zona y permitirme darte esta dosis sin que tengas que ir a pillar pillada por el estrés. Todo sin artificios. Que sabes que yo no vivo entre pesas y pesadas. Prefiero volver a rezarme por Sor Ángela si me atacan las dudas antes que rezar por adelgazar tus incertidumbres cuando me educas los cruces de piernas. Elijo empezar con T de Toyota, aunque parezca que la palabra va a arrancar cuando la escupo. Solo me queda conectar el modo conversación con vagabundo y compartir mi capital con sus ganas de comer. Vuelvo sonriendo entre vagones y con la luz de reserva cada vez más brillante. Aparcándome en el garaje de la pizzería con menú para uno y despojado de tu estilismo bajo una tormenta perfecta de sustantivos y verbos encarnados en tu rostro. Sigo hablando de nada mientras pienso en todo. De chico ya me flipaba, ahora más toavía...


Hoy firmo estas palabras. Cada una de ellas son trocitos que me quedan bajo las uñas al rascarme el alma. Haré con esos trocitos un busto tuyo y lo pondré en la plaza para que los niños correteen a su alrededor. Esperando que se apoyen mientras te miran, se tapen los ojos y cuenten segundos mientras su mundo se esconde. Giren la cabeza y busquen ávidos alguna señal de vida. Juegos de niños enredados en tu pelo. Retazos bordados en mi colcha con el hilo de los sueños.

El sueño de una noche (aburrida) de verano

Cogió el móvil, las llaves y se montó en el Volvo. A ver si había suerte, y esa noche echaba un po...quito de tierra de por medio entre sus problemas conyugales y su sonrisa permanente. Me conquistó desde el principio de la calle con su delantera: faros de xenon, piel metalizada, asientos de cuero y varios minutos que pasaron volando hasta un sofá rojo en medio de un parque. No comprendía muy bien porqué me sentía agusto con una desconocida descarada, pero me había rescatado de los brazos del aburrimiento y eso se merecía una oportunidad con duración de un combinado etílico. Fue una terapia peligrosa entre cortinas de recuerdos. Ni me entraban ganas de besarla solo por ver lo próximo que iba a decir. Tumbada y de negro me hablaba de libros. Tumbado y con vaqueros le hablaba de pasteles. Cada loco con su tema. Los dos sonreíamos mientras nos descubríamos mutuamente. Las palabras viajaban del filo de su vaso a las patillas de mis gafas. Nos duró la conversación entre elogios y árboles hasta que el camarero quiso. Me fue a dejar en casa justo cuando recordó que yo tenía agua corriente y poca experiencia en esas situaciones. Prometo que solo se tomó un largo vaso de agua y más palabras con guarnición de visita turística por mi casa desordenada. Duramos hasta que el sol nos preguntó si podía amanecer. Le dijimos que esperara. Que todavía nos quedaban varias anécdotas que echar al reciente fuego de nuestra amistad. No nos hizo caso, pero poco nos importaba. Me despedí con un silbido y eché la persiana mientras te sonreía por última vez.

Hoy ya no me acuerdo con que pensamiento me dormí aquel amanecer. No recuerdo si me tapé con tus preocupaciones o me quité la camiseta y la puse sobre mis pensamientos. No lo sé. Ahora solo te doy las gracias por ayudarme a veces con mi caña en mis noches de pesca. La madre sabia sabe lo que se hace, créanme....