El pescador paciente

Ese soy yo. Con gorra de rejilla, camisa de cuadros y la vida por delante. Menos mal que estuve precavido y me traje el almuerzo por si la captura se demoraba. Relajado y feliz sentado en mi silla plegable sobre las maderas del muelle. Sin prisas. Con el único temor de perder la afición por este bello hobby que es pescar. El arte de tirar la caña al punto exacto. Ni demasiado simpático ni demasiado alto. Precisión imperfecta para atrapar a otro ser imperfecto. Solo es eso. Aunque yo no soy un gran pescador, lo reconozco. Mis artilugios son viejos y heredados de tiempos pasados donde todo era más autentico. No existían lanchas a motor ni BlackBerrys controlando en todo momento a la presa. Las incertidumbres se escribían por carta y los anzuelos eran totalmente artesanales. Ahora todo se ha banalizado. El boca a boca ha dejado paso al amigo de amigo en las redes sociales. Ahora no se queman fotos. La rabia se traduce en desetiquetarse violentamente. Ya lo dijo Dylan y después Loquillo, los tiempos están cambiando. Pero, no sé si para bien o para mal, yo creo que no lo hago. Sigo anclado con el ancla echada a la deriva en las aguas de mi sofá. Esperando pacientemente con la caña en la izquierda y el bocadillo en la derecha. Como el tipo de la foto. Bajo el sol atardeciendo a mis sentimientos. Dejando que la noche se me eche encima para mirar a los peces mientras duermen...