La maleta

La maleta me mira. Vacía y cerrada tras la puerta del balcón. Esperando a que la llene. Sabe que me es imprescindible y se agiganta. Se ha dado cuenta del viaje que emprendo por del trajín de lavadoras y pasaportes. Solo está esperando su momento. Que las saque del banquillo y le dé minutos. Más bien, horas. Muchas horas de vuelo le quedan a mis secretos todavía. La maleta la lleno poco a poco. Como este blog. Una prenda, una frase. Los dos se llenan de mi. De influencias y mis camisetas con mis influencias serigrafiadas. Aparece Silvio en la maleta, aparece en el blog. Resopla Hitchcock junto a los calzoncillos del Springfield y se escucha el eco por aquí. La maleta sonríe mientras echo ropa. Se llena de color. Vive de nuevo tras años de sequía y viajes low cost. Por fin un gran viaje. Nos vamos a América. Qué grande, amigo. A-me-ri-ca. Con mi maleta roja y mis padres no rojos. Pero la maleta no va llena. Guardo un hueco para lo que me traigo. Un poncho y supongo que reflexión entre copas y un poco de ideas claras. Si es que se puede... Me llevo todos mis quebraderos de cabeza conmigo. Los facturo como equipaje de mano no vaya a ser que se pierdan en el mundo aeropuertos y mentiras. Pero tranquila, te traeré algo bonito. Que no parezca comprado en el duty free en el último instante. A ti también, no te preocupes. Bueno, ya si eso nos vemos ¿no?