Sanhattan

El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.

Isabel Allende


Llegar a Chile es una delicia. Escribir desde el decimosexto piso de uno de sus bloques, más aún. Santiago a mis pies y yo a los de sus rascacielos. La ciudad se refleja en sí misma y en sus cristaleras haciéndose inmensa. Luz. Sudamérica me habla con mi idioma pero con un acento pintoresco. Me añade palabras a mi zurrón lingüístico a cada paso que doy. Lonjas duras y frescas presentan la realidad a pocos pesos chilenos. Sus souvenirs se tornan enormes postres de leche asada o celestinos con helado de vainilla. La polución lo observa todo. El ejecutivo que duerme en las alturas y el vagabundo que ruega pesar sus pesos en algún puesto de fast food frente a su trabajo en la puerta del trabajo del trabajador. Niños uniformados lamen helados rosas frente a un bandera patria. No se ve ni un ciclomotor. Las rancheras ocupan carril y medio en un intento por reconquistar el viejo oeste convertido en avenidas entre sucursales bancarias y concesionarios de lujo. Los Andes miran. Con las últimas canas de la nieve derritiéndose. Apurando los últimos vientos entre cuadras antes que llegue su 40 de Mayo. Starbucks frente a Juan Valdez. Los ejércitos cafeteros se vigilan constantemente en un afán por mantener despierta la nación. Sanhattan no muere. Sus luces tampoco. Solo acabo de llegar. Espero pasar por aquí e ir relatando que me cuenta esta ciudad de ti.