La maleta por vaciar

Lo que no te mata, te hace más fuerte
Friedrich Nietzsche


Desentramar la maraña de ropa, los souvenirs y nuestros pensamientos. Oporto me gustó. No me llenó mi equipo aunque llenáramos de ilusión aquella esquina para el recuerdo. Salimos de allí vivos para seguir sobreviviendo aquí. Lo que no te tumba, te eleva más. Seguir el camino con chinos en los zapatos hace que los tengas a mano por si se acercan los malos. Me quitaba con una concha una postilla del día anterior y Johnny Bravo hablaba de Pamplona en la tele. Las anécdotas de los viajes no interesan a nadie. Yo me quedo con las sensaciones. Los lugares son palabras eternas. Oporto es añejo como el ron. Santiago es vetusto como los abuelos que no mueren mientras no mueran sus enseñanzas. Solo ya la maleta aún por vaciar. Dentro estas tú. Si no te lo crees, ven a comprobarlo.

La maleta por llenar

Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia.

Enrique Jardiel Poncela


Hace un rato, mientras sudaba en solitario en el baño turco del club social, pensaba en que iba a meter en la maleta que me llevo a Oporto. Supongo que mucha ilusión y tu foto. Lo demás es prescindible, pero la esperanza y el recuerdo de tus ojos viajan adonde quiera que vayan mis gafas (cada vez más grandes). Algo de abrigo, la bufanda de la suerte y rezar porque la maleta dé la talla en el embarque low cost. Me voy un rato. Pero tranquilos, volveré. Sería una irresponsabilidad dejaros en manos de Monteserrín.

Calamardo

Me gusta desarmarme arriba tuyo. Me gusta demasiado ensuciarte. Besar tu flor inmediata. Besarte atrás y adelante. Me gusta tanto que me encante que quiero hasta la locura desarmarme en el vaivén de tu cintura y remar sobre tu espalda y naufragarte. Soy tuyo. Con mi mayor convicción soy tuyo. Con toda la fuerza de mi corazón. Que es tuyo. Soy tuyo.

Mientras empañado el cristal sonaba eso, aún me sabías en la boca y te notaba en mis puntos negros. Todavía no me bajaba del coche y me incomodaba un bulto sospechoso en el asiento de atrás. El carey saludaba desde el centro. Donde viajan Maggie y los sueños de los niños pequeños. Te repetía que volásemos y me encogía de alas cuando me hablabas de mi quehacer diario. No sé si me hago viejo o te quiero más los días de lluvia. En que no se quiere nada mas que llegar y hundirse en casa. Ver llover. Cambiarse los calcetines y no coger el telefonillo. Aplastaba mi huella contra tu sien de papel a todo color y me lavaba con lavanda las manos antes de echar la leche encima de la encimera. Comienza el cumple de mi mare. El día de la mujer mundial y una de las Tres Marías.

Subiendo


Como cuando de pequeño subías una montaña. Fuera de plástico o de arena. En la playa o en la calle del infierno. Subir la montaña. ¿Para qué? Para bajar cien veces más rápido que ascendiste. Esa fascinación humana por ver que hay al otro lado. Break on trought to the other side. Paso a paso con la cabeza alta disfrutando el bello paisaje. Las piedras, como siempre, en el camino. Delante, detrás, al lado. Puedes elegir como interpretarlas: como obstáculos o como indicios de la cercanía de la cima. Y ahí seguimos aún subiendo. Con el bañador de flores de mercadillo, la camiseta blanca de marca cara, la gorra negra, la mochila de camuflaje de imitación del bando ganador de la segunda guerra mundial y las gafas. No sé si la fe mueve montañas, pero seguro que me mueve hacia ella.

Enredados

Lamento que no me entienda;
pero voy por la merienda,
pues yo hasta que no meriendo
no acostumbro a soltar prenda.
Angelina o el honor de un brigadier


Pasaban de las 20:30 y me acordaba de la merienda aún. Aún. Quizás por tu cara de doo wap o quizás no. Que lo digan los árboles de San Telmo o las butacas del Lope de Vega. Y si ellos no pueden, le preguntamos al envase de salsa tártara de las deluxe o a las muecas de los cojines de la siesta. Alguien sabrá (digo yo...) porque me sabes a merienda en el patio y a bigote de Nesquik. Las cortezas del pan bimbo en paro piden su sitio. Memoria histórica para ellas y el olvido a las que las ha relegado el pan de molde sin corteza. Un paraíso blandito y blanco impoluto que se acuesta con el york y el tranchete para levantarse entre tripas y corazón a la digestión siguiente. Alumbraba el brigadier el patio de butacas mientras no se le movían las canas. El crujir de gafas musitaba vida entre rayas y caricias. Señoras mayores que van al teatro en modo lésbico hablaban con mujeres acomodadoras que se saben los diálogos de memoria mientras pandillas de alternativos leen fichas artísticas y el narrador informa de la cuenta atrás. Un capricho para ti y otro para mi. Que hoy está barato darse el gusto. Que callejón sobra y espacio falta: enredados.

7


Siete. Como los días de la semana que tengo tus ojos en mi mente. Como las notas que musicalmente se juntan a tu andar. Como los siete mares que bañan tus caderas y hacen un golfo de mi en ellas. Como los colores del arco en tu iris reflejado cualquier tarde de lluvia. Como los capitales pecados que cometería en tus lunares mal contados. Como vidas si fuera gato a tu vera.

Cinco minutos más


Tengo cada insensatez, y me puedo equivocar, pero no me equivoque contigo. Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón. Y solo late. ¡Solo late por los dos! Poco más tengo ahora mismo. Quizás la noche cerrada en mis manos y las revistas abiertas.

Ropa de camilla

Queréis ser humanos, pero estáis ciegos, no véis lo que necesitáis.

Tiana y el sapo


¿Y que necesitáis? Pues yo os lo digo. Arreglar el asunto de la ropa de camilla. Ese elemento que casi siempre se queda corto. Que si tuviera un metrito más sería perfecta, pero arrastraría por el suelo y tu madre no lo aceptaría. Un problema enorme para el ser humano en el siglo XXI. ¿La colcha extensible? Quizás dejar volar la imaginación en este tipo de cosas en época de exámenes no sea lo más adecuado. Ah, ¿Y entregar mi vida a los folios y a un futuro hipotecado si lo es? Pues si, Alvarito, se atreve una voz popular desde el fondo de la sala. Puede que esa voz tenga razón o que no tenga mesa de camilla en su casa y no sepa que es dormir una siesta pegado al filo del sofá porque la ropa de camilla no alcanza ni en sueños con la parte que ocupan los cojines, lugar más conocido como Edén o paraíso. Hoy se arrejuntan las responsabilidad académica y los problemas de un chico normal. Que no entiende como la sociedad permite avanzar en campos sin futuro como la transmisión de fotos de dsfaseeee en Goa y no quiere tomarse en serio el problema de las camillas de salón. Sencillamente, estoy contigo Rafa. Estoy indignado.