El listo y la guapa

Él era tan listo como ella era guapa. Pero ella no quería ser la guapa. Aceptaría que la llamasen fea si luego le dicen lista. Él, en cambio, sueña con ser un hombre florero. Va al gimnasio para olvidar todos esos conocimiento inútiles y recordar que tiene bíceps. La discusión entre ellos, aunque suele acabar entre risas, es acalorada. Se van pasando el papel de guapo y lista (y viceversa) todo el rato. Al final, ninguno quiere ser nada y se conforman con ser normales. Bueno, no se conforman. Alcanzan con mucho esfuerzo ese equilibrio donde nada destaque y sean razonablemente todo: guapos, listos, simpáticos, cobardes. El único que gana en esto es el de la cafetería a la que van todas las tardes a discutir sus personalidades. Los observa, entre pastel y pastel, y sonríe. Él, que es un hombre hecho y derecho, no duda en que ella es guapa y en que él debe ser listo para haberla encandilado. Yo, que los espío desde la mesa vecina escondido tras un periódico, creo que los dos son bastante tontos y de cara ni fu ni fa. ¡Cómo los envidio, joder!