El barrio de los besos

Persiguiendo a Ariel Rot nos metimos en una calle llena de hombres de la mano. Abrazados. Queriéndose. Bullicio y arco iris. Sí, Chueca. Territorio gay, ya que preguntas. Resulta que Rot nos dio esquinazo y nos dio igual. Embobado miraba los besos. Los fulares de dos cuarentones muy cariñosos y los vaqueros de bolsillos ajenos de dos de nuestra edad. Algo mayores que los adolescentes que se daban piquitos en la puerta del kebab. Ese lugar no era habitual. El mundo desgraciadamente no es así. Y no es que aquello fuera perfecto o yo haya abandonado mis problemas con las mujeres. Es que hasta las flores secas del mercado se querían. Se restregaban junto a la calle Libertad. Y eran felices.

Agua de su boca

Sonreía hasta follando. Estaba guapa hasta follando, mejor dicho. Con la coleta rubia cogida. Posando mientras se balanceaba en aquella habitación de hotel. Nunca conocí a nadie tan dulce y tan cruel. Tan ella, tan bella. Me enseñaba los dientes y se reía. Parábamos para que bebiera agua y me la diera de su boca. Fui tan feliz...

Enamorado de mí

Vivir no me enseñó a entenderte. Tampoco a no equivocarme. Sigo sin conocerte. Pero continúo. Prosigo el camino de tu mano. Atento a los puntos y comas que me como. Motivado. Lo que veo cuando te miro seguramente sólo lo veo yo. Aún así, no es menos cierto. No es menos bello. Estoy enamorado de mí cuando estoy contigo. Porque estoy tranquilo. Porque soy feliz.