Hotel Megane

Vengo de Rota. ¿Otra vez? Otra vez, miarma. Allí, afortunadamente, todo sigue igual. Fueron las Fiestas de la Urta, como rezaba el cartel luminoso a la entrada del pueblo. No podía fallar. No debía fallar. No tenía casa. Tampoco ganas ni dinero de pagar un alojamiento decente. Tampoco encontré casamiga que me acogiera. Así que... al coche. Es lo que hay. Hotel Megane (habrá fotos por tuentaso pronto).
Es curioso como el hombre pone a prueba su cuerpo sin razón. O a lo mejor había razones, aunque a uno le cueste reconocerlo. Las razones de siempre. Las que a uno le hace coger carretera y toalla y plantarse donde haga falta. El motor del mundo no sé nombrarlo, pero sé que funciona. Aunque tenga problemas de manguitos, sigue tirando. A ver donde nos lleva...
En otro orden de cosas tengo que decir que el litro de whisqui circula aún por mi cuerpo. Lo noto viajar por las venas obstruidas por sandwiches del carrefú. Mi forma de beber asusta. Porqué negarlo. Asusta. Bastante. Pero ver las caras de la gente tampoco tiene precio. Aunque uno se pueda sentir como una atracción de feria bebiendo los cubatas en 2 o 3 segundos, uno nota la admiración en sus miradas. Admiración. Tampoco tiene sentido esa admiración. Y lo peor es que paro porque el lote es compartido. En el fondo soy un trozo de pan. Un pan revenío, pero pan. Bueno se me fue la olla. Empecé este párrafo filosofando sobre el hombre y sus límites, y he acabado declarando mis problemas con el alcohol. Es lo que hay...
Tampoco sé (o si) porque pongo este vídeo. Pero lo pongo. No busco respuesta (o si). No lo sé... Cada vez sé menos. Involución digo yo que será. Como diría Gordo Master, dar un paso para atrás para poder dar treinta hacia delante.