From Caleta to sky

El viento (levante increíble) y la llamada del alcohol me situaron en Cádiz este fin de semana. De Cai puedo decir poco a estas alturas. Hay cientos de pasodobles que definen mucho mejor que yo que es Cádiz. Tanto para lo bueno como para lo malo. Así que busquen y escuchen. De Valdelagrana solo les puedo decir que relax y suciedad en la orilla son elementos fundamentales en un fin de semana allí. Ya el domingo cogí el camino ferroviario mientras leía El Proceso de Kafka. La juventud me miraba extrañada con sus neveras y lotes en la mano. Quizás pensarían que por leer en el tren no tengo más aguante que ellos con un tubo de whisqui en la mano. Ilusos. Ningún cani me tumbó y la botella de DYC cayó casi en su totalidad. Todo esto sin repetir el maravilloso y lamentable espectáculo que di el pasado año. Esta vez nadie me enterró y me mantuve en pie casi toda la noche. Magnífica noche la transcurrida. Chicas bonitas, viejos amigos, olor a carne, hamburguesas de un euro y un sinfín de cosillas que se quedan para uno.
Además de alcohol, barbacoas enanas y focos deslumbrantes en la playa, también hubo fútbol. Poco, pero hubo. Quiquangésimasexta edición del trofeo Carranza ¡Toma ya! Y mi equipo, que es mucho de jugar este trofeo, se personó en el estadio gaditano para dar una imagen pobre en líneas generales. Tercero. Lo mejor del trofeo fueron los cascos de cierto periolistillo gaditano en modo inalámbrico por la cal y una tangana magnífica a pleno sol para acabar el periplo sevillista en el torneo.
Y por hoy basta. El cansancio me espera tumbado en la cama y se impacienta. Vuelvo al estudio estival. A las bibliotecas con los de siempre. Lo dicho: Un Carranza más a mis espaldas. Grandes churros en el Bar STOP.