El amigo obligado

A él no me lo presentaron. No apareció un día en mi vida ni me preguntaron si me caía bien. Él está ahí desde que me recuerdo. Acompañándome. Es casi tan alto como yo. Yo casi tan guapo como él. Todo fue culpa de nuestras madres. Nos obligaron a ser inseparables aunque nos separara un curso. Él era más pequeño, pero lo traté de igual hasta que me di cuenta que me superaba en muchas cosas. A partir de ahí, no me quedó otra que admirarlo. Si me conoces, lo conoces. O por lo menos, te suena. Creo que nunca escribí sobre él. Quizá sea tan cercano, que está en cada recuerdo de mi vida y mi vida son nuestros recuerdos. Nosotros, como Don Quijote y Sancho Panza, hemos ido contagiándonos el uno del otro mientras recorríamos estos veinte años. Ahora, en una noche de verano que comienza tras haber pasado la tarde juntos, me pregunto: ¿quién sería si no se hubieran cruzado nuestras vidas? Pues no sé. Seguro que otra persona que no quiero ser.

Anatomía de un instante

Separé los labios y mi vida cambió. Volví a besarte y ya estaba en un punto de no retorno. Comenzaba la montaña rusa. Lo paso bien, pero la atracción nunca se para. A veces, cansa y me sorprendo escribiendo (como hoy) sobre aquel instante. Era primavera. Los dos estábamos guapísimos. Yo tenía gafas y tú no. Tú tenías ganas y yo no lo sabía. Era casi mayo. Visitamos oscuras esquinas. Te levanté el vestido y desabrochaste mis botones. No pasó nada. Salió el sol y me diste un chicle verde. Me sentó mal y te di otro beso. Esperé al autobús como si fuera a escapar contigo en él. Llegué a casa. Mocasines sucios y sandwich mixto. El pijama no me entraba de la sonrisa que llevaba. Cerré los ojos. Los abrí al rato y ya nada ha vuelto a ser lo mismo. La resaca de tus besos aún me dura.

Él pone luz

Por favor, escucha a Facundo Cabral. Y míralo mientras habla. Él pone luz en el sendero que muchos quieren oscurecer. Él centra la mirada a la verdadera realidad. Escucharlo abruma. Me deja sin ganas de escribir porque nuestros respectivos textos no resisten a la comparación. Él tiene mucho que decir. Por eso, lo recomiendo hasta la saciedad. Hasta que te enteres que tienes que darle una oportunidad. Yo puedo estar aquí horas y horas quebrándome la cabeza por escribir algo que valga la pena. Hoy no lo hago. Arrojo la toalla y me rindo ante este sabio argentino.

 

Facundo Cabral murió hace pocos años. Bueno, murió su cuerpo. Sus palabras vivirán mientras haya algún seguidor que les dé sentido. Difunde su mensaje.
Antes de que me llamaran. Antes de ponerme en la interminable cola del Carrefour con el Passport. Antes de llegar a casa y hacer lo de siempre. Antes de salir confiado. Antes de llenarme con lo de siempre. Antes de arrancar a la de siempre. Antes de beber lo de siempre. Antes de ver a los de casi nunca para hablar lo de siempre. Antes de ponerme en la interminable cola de la discoteca. Antes de que me viera el RRPP y me colara. Antes de pedir la consumición y consumarla. Antes de mirar a la primera. Antes de echar la mano por la espalda a un amigo y bailar. Antes de mirar los pantaloncitos cortos de la segunda. Antes de mirar las chaquetas estrafalarias de los homosexuales. Antes de oler cachimbas ajenas. Antes de ir al baño entre saludos. Antes de salir del baño y ver por detrás dos circulos perfectos. Antes de buscar sin éxito a los que han venido contigo. Antes de dejar de buscarlos y que te encuentren ellos a ti. Antes de bailar y bailar. Antes de hacer el ganso entre cisnes. Antes de que me claven las gafas en la cara por un mal gesto de alguien. Antes de perder la cuenta de cuantas me han catado. Antes de perder la cuenta de cuantas he catado catándome. Antes de terminar la copa aguada. Antes de soltarla junto a una maceta. Antes de mover los brazos con libertad. Antes de acordarme de ti. Antes de suspirar y resignarme. Antes de saber que los pensamientos ganarían a las acciones. Antes de notar el dolor en los pies dentro de los náuticos desgastados. Antes de recordar gracias a la bebida. Antes de divagar por la pista de baile hasta que decidí irme. Antes de despedirme efusivamente de todos. Antes de preguntarme si estoy apto para volver a casa conduciendo. Antes de comprobar que no me han parado las autoridades. Antes de aparcar y andar hasta la nevera. Antes de beberme esta botella de agua... sabía que sería una gran noche.

*Recupero este texto veraniego. Es tuyo de nuevo.