Anna per pintauñas

Está cerrada la droguería, pero que suerte la mía. Probaré a participar en el concurso de Ana, para que me mande algo. Lo que tenga. Esta vez Ana si está. Está Ana con todos sus sobrenombres molones que no consiguen ocultar el talento que desprende lo que vende. Este texto que a pesar de ser publicitario y obligado por imperativo concursal, no me disgusta colocarlo aquí. La que está detras del blog Está cerrada la droguería es agradable. Es tan agradable que hace un concurso con esta foto como reclamo que si la pulsas entras en un sorteo y en mundo fantástico.


Y para que quieren más. Entren allí con Ana Cris y sus pintauñas fascinantes.

Solo Rot

No creo que haga falta una razón 
si nadie va a pedir ninguna explicación 
si sabes que no puedes resistir, 
quizá es la ocasión para dejarse ir. 

Que pase lo que tenga que pasar, 
la sangre llega al río pero el río lleva al mar, 
compruebo en los bolsillos para ver 
si tengo todo lo que tengo que tener.

Borrador de pizarra

El borrador de pizarra es uno de esos inventos que nadie sabe muy porqué ha sobrevivido a la evolución tecnológica, la cual tiene alarmantes desfases entre algunos campos de avance. Imagino que situarán de que les hablo. Ese instrumento mal llamado borrador, puesto solo se trata de un aparato que EXTIENDE la tiza por la pizarra dejándola blanquecina y entorpeciendo la legibilidad.

Una vez hemos dicho que su eficacia no se corresponde con su nombre, el cual le viene grande, debemos pasar al objeto en sí. Tienen una foto para observar como se compone de dos partes: una superficie de madera rectangular y una especie de estropajo gris fácilmente deteriorable. En cuanto al elemento de madera, que en mi caso ha causado brechas en niños al arrojarse entre unos y otros, no entiendo porqué no es de un material más cómodo y seguro. Por otro lado, lo del estropajo no hay por donde cogerlo. Él es el culpable de que el borrador no borre, puesto que la mierda de estropajo se va impregnando de tiza progresivamente con lo que eso conlleva: más suciedad al limpiar difuminar. Por último, quiero destacar el proceso de limpieza de este aparato, el cual se suele producir en cornisas de clases o atizándolo contra paredes, quedando estas sucias y levantándose una polvareda totalmente nociva para los alumnos. Ya que los profesores su vuelven inmunes a sus efectos pasados varios años de docencia.

Bien. Ya hemos dicho que es inútil, inseguro, inservible, ineficiente, bastante feo, nocivo y sucio. Solo nos queda apuntar que es casi imposible cogerlo sin ensuciarse las manos de tiza, cosa que también comparte con la tiza en sí, otro elemento que sigue ahí en las clases sin sentido. Pero de eso hablaré otro día. Hoy hablé del borrador de pizarra y su inexplicable supervivencia a la transformación tecnológica actual, que nos permite saber que si hay tráfico en el centro de Bollullos de la Mitación, pero que no es capaz de tener las pizarras de los centros educativos limpias. Ha sido todo. ¡BORRADORES NUNCA MAIS!

Reflexiones: Grandes Éxitos (vol. 21)

Mi toalla es naranja. Cuando se moja al salir yo de la ducha, se pone más naranja todavía. Yo soy guapo. Cuando me mojo y salgo de la ducha, me pongo más guapo todavía. El agua en Sevilla es una maravilla...

Something to declare

Bueno, la fila de pasajeros ya se torna interminable en la más lejana puerta de embarque. El cacharro de ryanair selecciona que maletas cumplen los requisitos y cuales no. Con un rotulador marcan que el del papel/billete, el del DNI y tú coincidís. Avanza la fila y ya embarcan los prioritarios que adelantaré ya en la pista de aterrizaje para coger asientos junto a las exits emergency. Por aquello del espacio y el confort durante el vuelo. El trajín de carros de comida y snacks, la venta de caros cigarrillos de mentira, la lotería propia que ayuda a los pobres de dinero y el reparto de revistas mensuales. Amarillo y azul. Incómodos los asientos y música clásica antes de despegar. Trompeta al aterrizar. Aplausos. En medio, el pequeño cuarto de baño junto a las horquillas sobrantes del moño de la azafata checa que sonríe mientras pulsa el botón que inicia la monótona grabación de las manidas instrucciones de seguridad. Delante, un niño chico llorando y una vieja que lo consuela con el babero del Decathlon y el chupete de supermercado. Un intelectual tieso lee un libro en otro idioma y viaja solo. Una pareja de excursionistas holandeses observa el paisaje español cuando sobrevuela y habla alto en los aviones. El viaje prosigue. Uno ya no sabe que leer cuando la batería del iPod hace rato que murió. Tampoco quiere encender el móvil y jugar al solitario por miedo a que se agote la batería del móvil y ni puedas llamar a la familia al bajarte en la fría pista de destino. Ya con ganas de coger el probablemente costoso bus que une el aeropuerto con la ciudad, miras por la ventana el contraluz que produce el sol, las nubes que quedan por debajo del aeroplano y un avión que cruza en dirección opuesta. Te levantas porque has cogido frío junto a la salida de emergencia y coges el forro polar que tu madre te recomendó que llevaras y que te retrasó el paso por el detector de metales por el pirindolito metálico de la cremallera. Te lo pones y andas por el pasillo en busca de nuevas emociones. Solo ves iPads, periódicos olvidados, gente durmiendo en posturas imposibles, alguna que te mira y también piensa quién nos mandó volar con una low-cost y un sinfín de personas que dudan si cerraron bien la puerta de casa al salir. Esto es lo que voy a hacer mañana por unos que visten de blanco. Ya si eso...