De-dos

Hay que ser libre para poder volar.
El último bailarín de Mao

Pero ten cuidado y no te des con el techo. Al igual que un buen bailarín necesita tener un cuerpo fuerte y flexible, yo como escritor necesito esas cualidades pero en mis dedos. Para que se deslicen suavemente provocando placer allá por donde tocan la tecla correcta. Vigorosos, imperfectos, exactos. Sincronizados a la perfección con la mente para que la inspiración no se escape y se empañe en mis cristales esperando a hacerlas dibujos con mi índice izquierdo. Líneas que recorren campos de mártires bajo la lluvia ruidosa y las miradas lascivas. Mi alma cabaretera hoy danza haciendo pareja con mis dedos. Que suene la música.

Tres rayas

Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes.
Amores perros

Sentado en el poyete de la puerta con el perro de mi primo. Sol sobre mármol y los pinchazos de la bici silbando junto al bordillo de la piscina. Un frigopie derretido en la encimera y un cesto con limones. El ventilador y los ronquidos hacen sinfonía con el Tour. Y el gresite. Tuyo o mio. No lo sé. Piso flojito por si acaso. Me voy a Madrid sin remordimientos.

4life

Un perdedor es el que tiene ansia y un ganador es el que tiene suerte.

Y yo tengo suerte...

Un banco, Deep y un niño vestido de viejo

Cada vez que un niño dice "yo no creo en las hadas", en alguna parte cae muerta un hada.

Descubriendo nunca jamás

Contándome otro rollo antes de dormir. Un pesado relato que me sumerja en mi ausentes preocupaciones y me haga viajar por las autopistas de la autocomplacencia. Ahora que babeo el marcapáginas-souvenir ronco al unísono con el balcón y el carrito de la compra. Arreglo la lámpara y coloco el banquito bajo la guitarra desafinada. Finding Neverland entre discos de Secret Affair con restos de brownies del MAS en el escritorio. Un dalai pasea en Nueva Delhi y otro abogado se suicida en la puerta de un casino indio. La vida sigue entre búsquedas vanas y optimismos baratos. Todo cunde bajo mi prisma y el regusto amargo alimenta mi sed de venganza apagada por la lluvia de mi barrio. El paraguas cala la ropa sucia en el lavadero junto al traqueteo ritmoso de la lavadora. Salen dos del baños hacia la habitación. Suena el pestillo y el cierre de edición es inminente. Solo recuerdo que este puente se me hace eterno. स्वास्थ्य.

Nunca me quedará París


Tendré en su lugar el frío recuerdo de sus calles. Las estaciones de metro pasando ante mis ojos junto a un africano que toquetea su iPhone. Una mancha de chocolate del crepe tapa la nieve de mi pantalón de pana y me recuerda la cruda realidad bajo el termostato parisino. No hay nada que sacar en claro. Las expectativas se cumplieron entre monotonía, agonía e hielo. Otra grada más conocida y un escaso bagaje sobre el edredón del hotel de rue des Morillons. Entre dudas sobre la belle dame sans merci vuelvo. Regreso al barrio tras ver otra urbe que no me dice tanto como me gustaría. De tanto que vi y tanto que anduve, no tuve tiempo de pensarte. Improviso casi por vocación. Me traigo bellos recuerdos y un mal resultado. Un chocolate caliente humeando en la terminal antes de partir. Antes de partirme. C´est la vie.