
Yo nunca lo he utilizado. Lo prometo. Nunca me gustó tapar mis errores y hacer como si no hubiera pasado nada. El tipex es una manera de mentir como otra cualquiera. De esas que utilizamos a lo largo del día, como meter relleno en el sujetador o en los calzoncillos. O como echarnos el flequillo sobre la postilla en una noche de viernes. El tipex nos falsea. Muestra una imagen distorsionada de nuestra realidad. De como nos lanzamos a escribir sin pensar y luego tenemos que tacharnos. Y taparlo con más de lo mismo para que no se vea. Por ello, elijo ver una maraña de tinta a enterrar mis letras bajo tierra blanca y mandar al olvido caracteres. Pido memoria histórica para las palabras que murieron bajo la solución final del tipex. Para las que quedaron sepultadas tras ríos impolutos porque no eran lo suficientemente buenas para vivir con el resto. Solo porque su creador pensó que carecían de contenido y decidió asesinarlas.
Y no solo eso. El tipex mancha nuestro querido estuche. Con lo bonito que es nuestro estuche. Yo no pegué una hora esperando en la papelería para comprarme un estuche de los Power Rangers y ver como me lo tapizan de blanco por dentro sin avisar. Me niego a eso. Mi dinero me ha costado. Además, también es traicionero. Seguro que si lo buscas desesperado en un examen, se ha secado y te deja tirado con tus palabras inservibles y teniendo que recurrir al denostado borrón. Por eso quiero que sepas que si errar es humano, más humano es echarle la culpa a otro y decir que me han movido mientras escribía.