Una semana despues

No. No he muerto al cumplir la veintena. Aún me queda un ratillo. El suficiente para contar varias cosillas aquí. Tranquilo. No voy a hablar de la vida ni de la luna como hace mi Cristo de Chipi. Tampoco te voy a decir gilipollas con todas las letras como hace magníficamente el ídolo de Fabián. Y por supuesto, tampoco hablaré del snowboarder de los docs americanistas aunque me haya dicho que no aceptarías mi invitación prostitucional. Eso habrá que verlo...
Pues bien. Vamos a contar algo ¿no? Venga. Ayer mismo. Ayer me dio la picá y me fui con cuatro descerebrados a mediodía a Marbella a ver si mi Sevilla Atlético no bajaba a 3º. Y no bajó. Bien por los de Tejada. 5 notas en un 307 con 50 pavos para ver a 11 chavales jugar a las 6 a 3 horas de Sevilla un domingo cualquiera. Ese era el plan mayormente. Luego vinieron los detalles. Comida en el Hard Rock Café de Marbella, cánticos mortales en el coche, fotos de El Cid, coches enganchados en techo panorámico y un sinfín de momentos extraños de esos que yo tengo normalmente.
Que lo que iba diciendo. Viaje inexplicable y relámpago (más tiempo en el coche que en tierra) de esos que me gustan a mi para seguir a mi Sevilla. Cuando volvía y hablaba con mi madre, ella me preguntaba si me merecía la pena dejarme lo que había ganado sirviendo cafés en ir y venir a la costa de la sucursal en una tarde. La verdad, yo creo que si. Quizás esté más cercano a la enfermedad que a otra cosa. Por eso, dejo una canción que puede explicar el viaje inexplicable de hoy...