
El sábado me levanté todavía con restos de gusanitos en lo dientes del fondo. Cual Toblerone se agarraba a mis muelas más atrasadas. Luego por la noche vino otro momento estelar y casi nostálgico. No se como a alguien se le ocurrió la formidable idea de jugar a Beso, Atrevimiento o Verdad. Juego deplorable de donde se sacan muchas conclusiones, puesto que la gente pierde los estribos y se entrega al desarrollo del experimento sociológico con unas copas de más. A esto también hacía demasiado tiempo que no jugaba. Quizás porque uno se cree lo suficientemente maduro como para intentar tomarse un Baileys con sirope de chocolate o para besar en el dedo gordo del pie a tu amigo de la infancia. Uno nunca sabe hasta donde es capaz de llegar. Y menos con la presión del público haciendo ruido de gallinas.
Ya el domingo la cosa había ido demasiado lejos y me he conformado solo con insultar a otro árbitro. Pero esta vez ha sido en el camino que va hacia Utrera y con bastantes adeptos a mis críticas destructivas. Con esto acabo, puesto que mañana es el desfile del ejército y me siempre me gusta verlo aunque sea pacifista. Además sale la cabra de la Legión...