¿Copa o pipa?

Acabo de llegar del partido debut de mi panda de mercenarios en la Peace Cup. Gracias a las pocas entradas que se han vendido estos días, he podido ver gratis a la marrullera y legendaria Juventud de Turín. Hoy les vengo a hablar de la paz.
Pretexto para organizar este grandioso torneo. 12 equipos basados en los valores de la solidaridad, el compañerismo y demás valores que sobran en los cárteles de esta sociedad. Hilarante comicidad la de los creadores de este evento andaluz. Se habrán fumado una pipa (la de la paz, supongo), cuando pensaban en un nombre para justificar este despliegue de medios y fuegos artificiales. Así que viendo el panorama y la buena causa que vendía esta actividad, me fui en mi amoto a la "isla" de La Cartuja. Yo creía que iba a presenciar un aburrido partido amistoso veraniego. Por ello fui ataviado con baguettes, patatas y roquefores. Comer para matar el aburrimiento. A grandes males, grandes baguettes. Pero me encontré con un partido aburrido. Eso si, con una competitividad digna de un partido de cadetes provincial. Cambios absurdos, camillas, besos al césped y una innumerable lista de gestos propios de la encarnizada lucha futbolística de la temporada que en un mes entra. Todo esto aderezado con una legión de catetos vociferantes sentados detrás, los cuales han insultado a destajo a todo lo que se moviera por el césped cartujano. Fuera de blanco, de vecchio o de naranja colegial. Termina el partido y mi intuición de disturbio ultra me avisa de que los radicales canis de mi entidad salen del recinto en busca de los turineses. Estos podrían caber en un taxi. Salgo del lujoso e inservible estadio y, efectivamente. Vemos a la policía montada sacar sus porras extensibles del tamaño del carajo del equino en busca de la reyerta estival. Esprinto hacia un puente cercano y veo el último esprint del incidente. Un italiano bastante entrado en carnes se refugia en el aparcamiento huyendo de mis paisanos. Me vuelvo a mi barrio. Se cierra el telón. Mi Sevilla ha perdido.
En definitiva, el verano sigue transcurriendo en la capital del oro colombino sin mucho ajetreo. Velás, fútbol de mírame y no me toques, aire caliente en las esquinas y repeticiones de series de éxito. La vida sigue casi igual, porque en realidad, uno anda un poco harto de seguir caminando la misma senda. Me queda la esperanza de volverte a ver. Seas quién seas. Te estoy esperando...