Con sueño en una noche de verano

Cuasi como los 4 fantásticos, cenan en su guarida secreta. Terminan la tertulia nocturna y salen del bar saludando al gentío. Cada uno a su estilo. Canis, pelusos, Adrienes Brodys y camareros más alcoholizados que sus clientes. Unos en Vespa y otros en suela se dirigen a un piso Franco (virgen del Águila) a echar dos o tres horas de fútbol ratrero matar japos con ametralladoras y kalafnikoses. Call of Guty. Vacían el salón de negros, mujeres y niños y se encajan el casco camuflado y el mando (con o sin) sixaxis entre los dedos. Dedos planos de apretar círculos, equis, cuadrados y triángulos desde la segunda mitad de los 90. La tensión se mascó por momentos, pero la misión finalizó con éxito. Tras la batalla vídeo-con-solera, cada uno vuelve a su trinchera. Unos con estudios, ya sean policíacos o selectivos; y otros con cine de amor, es decir, X y P (de pasteloso).
Todo esto se resume en que cada vez quedamos menos en esta ciudad y el que me mira, el cual lleva así demasiado tiempo, me da incomprensiblemente cobijo en su morada a pesar de haber blasfemiado contra nuestros símbolos (si, me incluyo) en una plaza/ita hace varios paquetes de pipas.
Un saludo al de la última fila, porque aunque haya llegado el último, sé lo complicado que está aparcar en estos tiempo donde a cualquiera le dan el tipo-B. ¿Tiene usted cientos de euros?. Tome un arma con radio-cassette incluida.
Que usted vaya con Maradona...