Atrayana...

Hoy me he levantado trianero. A pesar de haberlo hecho físicamente en un pueblo aljarafeño, mi espíritu estaba en Pureza. Realmente, hacía mucho tiempo que no paseaba tranquilamente por mi lugar de nacimiento, del que me exilié hace ya más de una década por razones que nunca nadie llegará a comprender. Entonces no me ha quedado más remedio que adentrarme por la Cava de los Gitanos a observarla. Hoy me he parado a ver Triana con mi armónica en la mano. He dejado que el sol me dé por la orilla bética del Guadalquivir. He desayunado en Santa Ana mientras veía las obras de la casa de mi Esperanza. La de Triana. He subido por tropecienta vez la escalera de El Faro para tocar el azulejo del Mercao al otro lao del Altozano. He ido a saludar a mi amigo motero Ángel Berral. Y por supuesto, he cruzado el Puente de Isabel II. Lugar atestado de candaditos, candados y candadazos con los nombres de enamorados. Hay que ver con la cantidad de tradiciones románticas que tiene esta ciudad, y tenemos que importar lo de poner los candados cual puente florentino. Increíble.
Y todo esto ha sido en unas pocas horas. Horas con mis cascos puestos. Horas de mañana desnuda...