El camino es la vida

Si el camino es la meta y la vida es un camino, una parte de mí murió en Santiago. Se desvaneció y me sentí vacío por un segundo. ¿Y ahora qué?, me decía mientras los demás celebraban cumplir el objetivo que yo también creía tener. No era alegría o felicidad lo que sentí cuando acabé. Una parte de mí se quedó en aquellos 186 kilómetros que separaron el primer del último paso. Todos iguales de importantes. Todos protagonistas de una película sin final. Porque el camino continúa. Ya no por los campos de Galicia, sino por donde me lleven mis pies. El camino no es algo que se empieza y se acaba. Lo que me traigo del Camino de Santiago es la confirmación de que llevaba mucho tiempo caminando y de que me quedan muchos pasos por recorrer. Esos 186 kilómetros solo fueron el descanso del camino de vida que cada uno recorre. Al paso que quiere, con la compañía que elige y cargando a cuestas con sus pertenencias. Ya sean metidas en una mochila o en la cabeza. Y no sé cuáles pesan más…