¡Oh!

Eran redondas y perfectas. Bueno, a mi me parecían perfectas. Talladas casi. Bien o mal puestas. Igual me gustaban. Puedo asegurar que me llamaban. Me reclamaban. Yo las miraba con los ojos como platos soperos. Incrédulo ante esos prodigiosos círculos uno al lado del otro. Simétricos, proporcionados, esperanzadores. Hazme caso, insuperables. De bárbaro contorno e intenso color café. Pena que no llevara el móvil para hacerles una foto de escaqueo, por lo menos. No sé que más decirte de ellas. Sólo eran unas gafas, pero fueron mis primeras gafas de pasta y estaban en aquel escaparate. Por cierto, no las encuentro.