No me acuerdo de olvidarte

Casi nunca, podríamos añadir. Es un proceso aún pendiente. Que avanza más lento que las obras del Metro y que esconde una verdad incómoda. Me pongo mi bufanda de escritor con infancia dura y me siento en un parque a contar las hojas del suelo y a olvidar cada una de tus imágenes. Se me da muy bien hacerme el olvidadizo y decir que me falta pegamento para reconstruirme. Los tópicos del amor chocan contra mi frente y rebotan. Caen y se resquebrajan para juntarse con lágrimas de cocodrilo y dar al mar. Me creo sin sentimientos si me atrevo a ser yo mismo. Y me desconozco en las distancias cortas. Me miro y tiemblo. Me hablo y no me respondo no vaya a ser que me escuches y me quieras de nuevo. Todo resulta más fácil cuando uno no tiene corazón que perder y la vergüenza la cambió por gasolina para ir a verte. Lo de los complejos lo dejaremos para más adelante, reconozco mi culpa de buscárme contrincantes guapas y presumiblemente interesantes. Lo dicho, no me acuerdo de olvidarte. Me lo apunto en la mano y me lo borra el sudor cuando hablo contigo. Es lo que hay. Pasé de no saber que hacer a saber que no tengo nada que hacer. ¡Equilicuá!


Escrito hace varios años y retocado hace pocos días.