Un paseo para recordar

Ir por el parque fue agradable. Los gerundenses se hacían fotos en el azulejo de Gerona y un chaval molestaba a todo el que pasaba con sus abanicos a cinco euros. En el agua turbia, las barcas avanzaban más lentas que las nubes. Pero sonreían. Como los dos guiris que casi copulaban sobre un banco junto a Becquer, que quieto veía pasar a otro caballo. Tirando del carro y ganándose el pan. O la paja. Esa que le hacía el mendigo a la vagabunda entre los arbustos cerca del árbol grande. Ese que asoma por la reja frente a la biblioteca pública. Y ahí ya me volví a casa.

Un gol

Temblaba la grada anticipando lo que llegaba. Una policía, coleta rubia y mirada chulesca, nos miraba con estupor y preocupación ante la aparente fragilidad de los asientos supletorios. El centro desde la derecha y un revuelto de aficionados por los asientos. Abrazos, caídas, ruido. Un gol.