Write & Cry, a way of life!

Solían decir que un niño concebido por amor tenía una mayor probabilidad de ser feliz. Ahora ya nadie lo dice.

Gattaca

Escribir es como llorar. Uno no espera el caudal de palabras cuando forman cataratas de letras cayendo de los dedos al papel. Solo ocurre y ya está. Una tormenta perfecta de grafito que inunda el blanco papel de negras nubes ortográficas. Arrasando a su paso. Para dejar al escritor llorón empapado de sí mismo y preguntándose que coñ... ha pasado.
Por eso casi nunca lloro. Por eso casi siempre escribo. No sé leer entre lágrimas. Solo veo agua en un papel ya inservible. Por eso escribo. Por no caerme en mi olvido. Por leerme y releerme. A mi. Que me sé mi vida y que tengo poco que contarme los días que me siento frente a mí. Que todavía me ando buscando por aquí cuando sé que por aquí no estoy. Pero la fe me guía. La fe en nada y la fe en todo y en todos. La fe en sí. Y la fe como afirmación a una forma extraña de vivir. El problema viene cuando si sé porque hago las cosas. Ahí empieza a funcionar el engranaje que acaba conmigo deslizando los dedos por el teclado y vaciando la taza de mi mente. Ahí. En ese momento me pregunto si esto lo entenderé mañana. Si sé o no lo que me digo y porque lo digo. No sé que tiene que ver este texto con lo que siento hoy. Con lo que sentí ayer. Con lo que probablemente sienta mañana. Solo lo hago. Solo lloro palabras. Un texto mojado que no valdrá para nada en un futuro excepto para interpretarlo de otra forma. No me acuerdo que sentía al empezar a escribir esto. No sé si era ilusión o desasosiego. Egocentrismo o pasotismo. No recuerdo porque me estoy quitando minutos de sueño en ver plasmado un día de bombazos en la cabeza. De guerras civiles entre glóbulos rojos y blancos. Y los antidisturbios pegando palos sin preguntar... Es decir, lo de siempre.