Adaptación asklera

Adapto una entrada reciente de una cordobesa de los pies a la cabessa. Ahí va:


Ese soy yo con 14 o 15 años. Ahí empezaba a ser un personaje, y era guay. A la gente le gustaba, se acercaban a mí movidos por la curiosidad. Quizás como quien mira a alguien con carisma. Con el tiempo se pondría de moda llevar sudaderas con capucha, y ser surfero sería lo más normal del mundo. Me creía absolutamente en posesión de la verdad absoluta, era bastante ingenuo y aparentaba estar muy seguro de mi mismo –nada más lejos de la realidad, lo aseguro. Decía lo que pensaba, eso sí, siempre; debí callarme muchísimas cosas, pienso ahora. Sobre todo cosas que les dije a las niñas. Me gustaba destacar, hacerme notar tanto en clase como fuera de ella. Básicamente me era el típico graciosillo. Era un rebelde porque llevaba botines de velcro John Smith y no Pumas Sparco, porque escuchaba a Silvio El Rockero y no a El Canto del Loco –inquietante cuanto menos. Iba en chandal a clase mientras otro se arreglaban para gustar a las nenas. Sin embargo, estaba ya descubriendo la música de verdad y el mundillo alternativo. Me recuerdo con mi discman de camino del entrenamiento de baloncesto, rayando hasta el exceso Wonderwall y Melendi. Decía saberlo casi todo de casi todo y venir de vuelta de todo… de mi vida con 15 años. Creía que el amor no era para mi. La amistad era de lo poco que respetaba. Ambos conceptos se vinieron abajo en poco tiempo, enterrados bajo un alud de golpes de realidad. Todo lo que conocía iba desvaneciéndose por días. La etapa del cambio, propiciado por personas que me abrieron la mente. Recuerdo una época bellísima en que prefería recorrer ciudades siguiendo a mi equipo que quedarme en casa. Está claro que me había metido en demasiados fregaos sin crecer. Empezaban a crecerme las piernas y la miopía, y me quedaba muy lejos la cabeza del suelo. Pegué el estirón. Tuve problemas de espalda y de pie por la maldita frase: es que el niño está en la edad del crecimiento.
No sé en qué esperaba convertirme con los años. Desde luego no creo que fuera esto, pero la vida nos sorprende. He revisado mi Baúl de los Playmobils, y en el archivo que corresponde a esa época las palabras que más se repiten son “Yo” y “Sevilla”. Quizás no haya cambiado tanto desde entonces. Y sin embargo, miro atrás y me es imposible identificarme con él, el de la sonrisa permanente, la cabeza alta y la inocencia intacta.


¿De verdad somos la misma persona?

Me gustaría poder preguntarle a él, a ver qué piensa.