Three Steps to Heaven

No hace más de 20 minutos he estado a punto de volar. Surcar brevemente los aires sevillanos sin quererlo y viendo pasar rápidamente las luces de neón.
Cruzaba la ciudad de cabo a rabo con mi aVispa sin saber que un posible accidente me esperaba. Un coche plateado iba a ser mi verdugo, pero me han vuelto a salvar. Y digo "me han vuelto" porque el movimiento de muñeca que ha evitado el accidente no ha salido de mi. Yo no he ordenado ese movimiento al brazo derecho para salvar mi vida. Ha sido involuntario. Tampoco he sido consciente del balanceo que he hecho con mi cuerpo para evitar el frontal del vehículo maligno que se me venía encima. Me pregunto una y otra vez que quien habrá sido el que me ha ayudado a seguir con mi vida. Sin sillas de ruedas, muletas, ataudes, rehabilitaciones y demás rituales poco recomendables.
¿Habrá sido Dios? Ese al que le doy la espalda todos los días excepto el Domingo de Ramos.
¿Habrá sido Alá? Por aquello de dar limosna a negros de semáforos y a turcos de acordeón.
¿Habrá sido Yahvé? A pesar de contar sin escrúpulos chistes jocosos y holocáusticos.
¿Habrá sido Buda? Por estar también gordo y no parar de sonreír.
¿O quizás haya sido mi Silvio? Ese que me ayuda a no recorrer los tres pasos hacia el cielo todos los días. Seguramente haya sido él con su chupa de cuero sentado en la barra del bar del cielo junto a los que he nombrado arriba...