¡A saco, Baco!

Diversión o regocijo. Así define el DRAE la palabra fiesta en una de sus numerosas acepciones. Y así podríamos definir lo de ayer. Desde el primer botellín caliente de Cruzcampo hasta el último chupito de vodka rojo de la botella de dos bellas señoritas. Ocurrió casi de todo.
Se comenzó con una improvisada ronda de chistes comandada por el maestro de la camiseta de los botines, el cual hizo las delicias de pelirrojos, cañeros, mellados, ecuatorianos y demás personajes variopintos que por allí pululaban a aquellas horas. Todo esto con cervezas en las manos, aunque algunas más grandes que otras. Tras mofarnos de discapacitados, judíos, negros, homosexuales, gitanos y otros grupúsculos sociales mediantes nuestros hilarantes chascarillos pasamos a la bebida. Se pudo ver de todo. Tonalidades marrones tirando a negras, rojas tirando a naranja, amarillas tirando a blancas e incluso alguien bromeó con introducir una croqueta en su plástico vaso. El tener que echarnos hielos, alcoholes y refrescos nos hizo levantar de los sofases, lo cual provocó curiosas tertulias sobre temas demasiado variopintos: el festival erótico que comienza mañana en FIBES, mi endiosado Silvio, el niñato Cristiano Kakaldo, el artículo 27, etecé.
Hasta ese momento todo iba más o menos normal, pero de repente escucho a gente cantando a mi derecha y me da por girar la cara. Mi incredulidad llegó a límites desconocidos. ¡El Singstar estaba funcionando en un portátil! Sobre los que participaron en aquel esperpento cantaril sobresalió un individuo. Curiosamente esa persona es la misma que la de los chistes. El chaval de la camiseta de los botines. Lo que podríamos denominar sin temor a equivocarnos como El Alma de la Fiesta. Además ya mostró sus dotes artísticas cierta noche en una céntrica discoteca emulando al Rey del Pop. Y esa noche murió el Rey del Pop. ¿Casualidad o causalidad? El asunto está en los tribunales de momento. Bueno, la noche fue pasando entre puertas que se abrían y se cerraban misteriosamente. Gente saliendo y entrando con heridas de guerras en el cuello. Y la cocina siempre llena. No se porqué razón, pero la cocina siempre estaba atestada de seres que fumaban cachimbas y piropeaban mis gafas cuando entraba y salía a por cubitos de yelo. Todo esto puede verse por el Tuenti, el cual alberga imágenes que pasaran a la categoría de Inolvidable en cuanto se llenen de comentarios sus partes bajas.
Por último, dar las gracias al organizador de dicho evento, el cual espero que lea esto tarde o temprano y me diga que de nada y esas cosas.