Arte en Coria

Así he titulado el vídeo en Youtube y así titularé el post que servirá de crónica de aquel magnífico e histórico día. Donde dos chavales de barrio. Dos jóvenes sin las típicas tonterías del sevillanito taurino. Yendo por derecho y sin miedo a lo que allí compareció. El día fue más o menos así.
A eso de las 12:45 horas me presentaba en el portal de mi compañero de faena para coger el camino hacia Coria del Río. Los dos presentábamos camisa celeste y blanca de cuadritos, pantalones vaqueros bastante usados y náuticos viejos con cordones rotos. También nos acompañaba la resaca habitual de cualquier sábado que se tercie. Nos montamos en el sucio Skoda de mi amigo y en media hora estábamos enfilando la puerta del recinto a conquistar con nuestro arte. La antigua Escuela Taurina de Coria del Río. Marco incomparable a la vera del Guadalquivir donde se nos presentaba la oportunidad de sentar cátedra. Entramos en el recinto.
Una vez dentro, consumimos casi todas las existencias de botellines de Cruzcampo que por allí había y acabamos sin piedad con varias tortillas de patatas y demasiados platos de filetes empanados cortados a trocitos. Cabe destacar que todo este ágape fue cortesía de la Peña Sevillista Arte & Vida, la cual cumplía su tercer año de vida. Tras reponer fuerzas con comida y bebida en abundancia, oímos al organizador llamar a los allí presentes porque el espectáculo taurino iba a comenzar. Nos levantamos lentamente de las sillas, nos miramos a la cara y nos dirigimos al coso coriano.
Eran las 16:45 horas cuando el animal hacía su aparición en la plaza ante la mirada de más de un centenar de personas, las cuales estaban ávidas de arte. Tras ver como se desenvolvía el protagonista del acto y observar como nadie quería tomar la iniciativa, miro a Rosalito de Montecarmelo (mi amigo) y le entrego mis enseres (móvil táctil con cámara de 5 megapíxeles, llaves de mi casa con muchos llaveros de mi equipo, DNI con fotografía del Comando Vizcaya y un bolígrafo rojo que me habían regalado del Banco Santander). Me ajusto el pantalón y agarro con vigor el capote. Con solo salir del burladero ya se oía a la grada jalearme por mi arrojo y valor.
Me sitúo en el centro de la plaza con el capote y brindo la faena a todos los presentes, los cuales me brindan a mí una sonora ovación desde sus localidades. Llamo al morlaco y completo una media verónica casi perfecta. Ole maestro, se escuchaba desde el tendido más puretón. Tras ese bello lance y viendo que no captaba la atención del mamífero, lo encaré a pocos metros con una valentía que yo no sabía que albergaba. Todo esto acabó, como era previsible, conmigo en el albero. Cogida escalofriante directa a mi muslo izquierdo. Me levanto rápidamente y me dirijo al burladero a por la muleta. La gente ya se levantaba de sus asientos para darme ánimos en la parte final de la faena. Mi compañero me da algunos consejos sobre como encarar el resto de la faena y me insta a hacerle un natural de primera y con la izquierda.
Cojo la muleta y me sitúo donde antes esperando conseguir ese natural que mi apoderado momentáneo me pedía. Dicho y hecho. Le saqué todo lo que pude y más. Ya la gente coreaba mi nombre y el de mi peña. Quise ir un poco más lejos e intenté lances más complejos, pero la bestia había aprendido y me estaba esperando. Otro revolcón increíble me hizo morder el polvo con consecuencias funestas para mi pierna izquierda. Cojeando saludo al público mientras me retiro hacia el callejón. Torero, torero...
Una vez terminada mi actuación, me dispuse a captar en vídeo la faena de mi compañero. Más Rosalito que nunca. Les dejo con su arte, donde sobran las palabras y el sentimiento aflora.